Eres un imberbe consejero delegado (CEO) de una startup. Con 24, 25 años…, inicias tu andadura y, con apenas alguno más, llega el reto de captar la confianza de los inversores que se juegan su capital en tu empresa. Y no solo de los que apuestan por ti su dinero, sino también de los clientes y de no dejarte embaucar por proveedores.
En un momento en que el mundo de los emprendedores está poniendo el foco en el talento sénior, es bueno volver de nuevo al punto de origen y conocer de primera mano la experiencia de un joven emprendedor quien, junto a socios de su misma edad o incluso menos, se aviene a relatar su experiencia de ser consejero delegado desde el arranque, desde cero.
Pol Aracil inició su andadura con 24 años y su socio, Albert Pérez, con 22, como cofundadores de Winahost. Pol es su primer y actual CEO. Con dos años de vida de la empresa, acaba de cerrar con éxito su primera ronda de financiación.
Hoy, con 29 años cumplidos, Pol sigue siendo su primer y actual CEO. Con casi 4 años de vida de la empresa, en el intervalo cerró con éxito su primera ronda de financiación, y hoy la compañía aparece en el listado de las 100 startups más innovadoras del año por APTE (Asociación
de Parques Científicos y Tecnológicos de España).
¿Has visto tu juventud como un factor más positivo que negativo, o al revés, a la hora de empezar a emprender?
Bueno, al final hay una parte muy positiva en el hecho de ser un emprendedor joven: las ganas, la ambición, el deseo de aprender y de montar una vida personal alrededor de un proyecto empresarial son incentivos muy potentes. Acabas de entrar en el mundo laboral y lo tienes todo por hacer y, en el caso de las startups, por crear desde cero.
¿Y para captar a inversores? ¿Miran las métricas, el equipo humano y la ‘escalabilidad’ del proyecto más que las virtudes o defectos de un veinteañero…?
El hecho de que seamos jóvenes es un factor bien valorado de cara a la red de inversores. Al final, además de analizar el proyecto y las métricas, ven lo más importante: el equipo. Sumado a las ganas que te mencionaba, el esfuerzo y, en definitiva, el talento humano que hay detrás.
De cara al mercado de clientes, a los propietarios de residencias vacacionales —como es nuestro caso en Winahost—, hemos visto que muchos han confiado en nosotros por el empeño que hemos puesto en hacer las cosas bien. También por no ser una empresa con 30 años en este mercado y, por tanto, más acomodaticia.
Pero también tengo que admitir que, por otro lado, el hecho de ser joven hace que cuando tienes que sentarte en una mesa a negociar ciertos contratos con proveedores o con posibles clientes, corras el riesgo de que te vean demasiado inexperto, y eso en ocasiones puede ser una dificultad. Dificultad porque no te acaban de tomar en serio e incluso pueden desconfiar de ti. Hay que ir con pies de plomo para que no terminen ‘colándote’ un contrato muy beneficioso para ellos, pero no tan ventajoso para nuestra empresa.
Habéis participado en foros de inversión en startups como el 4YFN, dentro del Mobile World Congress (MWC). Cuando llega a vuestra mesa un posible business angel o un inversor de otra índole, y os ve expectantes con vuestra credencial a cuestas, ¿qué creéis que piensa?
Ve a dos jóvenes delante suyo, pero, como digo, el mundo de las startups es un mundo muy joven, protagonizado mayormente por emprendedores de corta edad. Aquí, en el Tecnocampus de Mataró, donde tenemos las oficinas operativas (backoffice, área de scouting, ventas…), estamos en una planta con muchas otras startups, y si das una vuelta y echas un vistazo, verás que el perfil es muy joven.
El inversor busca también este talento joven con ambición y visión de crecimiento. Sí que es cierto que a uno le da cierto respeto, y más cuando es la primera vez que llega un inversor y te hace preguntas que a lo mejor no sabes ni cómo responder. Pero, sinceramente, creo que el hecho de ser joven es algo que ayuda, al menos en este sector de las startups. No hablo de pymes en general, sino de cara a un inversor que lo que quiere es invertir su dinero.
Un inversor, no olvidemos, que invierte con riesgo, porque lo hace en capital riesgo…
Sí, y es cierto que, para conseguirlo, te lo tienes que trabajar mucho. Tienes que explicar muy bien cómo haces las cosas. A veces, y fruto del desconocimiento, vas un poco perdido, pero una vez que empiezas a moverte en el entorno, comienzas a establecer unas bases sólidas en la empresa e inicias el aprendizaje en base a los errores y aciertos con los que te vas encontrando, es más fácil.
Al fin y al cabo, las métricas son las que mandan y, en dos años, ya acreditáis una trayectoria. Hay tracción, y esto es lo que posibilita que los inversores puedan hacerse un pronóstico de retorno de su inversión a medio plazo. Y que incluso puedan calcular de antemano lo que llamamos el ‘exit’, o sea, su salida a futuro con beneficios…
Exacto. Al final, nosotros y ellos hemos realizado ese cálculo de lo que vale nuestra empresa. ¿Pero de dónde sale esa valoración? Hemos hecho un Excel con una previsión a tres años.
Plantea el interrogante de que, aunque sea muy bonito este Excel, al final lo que cuenta no es dónde quieres llegar dentro de tres años o qué facturación esperas lograr en este plazo, sino la pregunta clave: hasta ahora, en el año y medio o dos que llevas en el mercado, ¿qué has conseguido?
Ver con datos reales lo que has logrado también te avala y se convierte en una garantía ante el inversor. El inversor tiene que escuchar de nuestra parte esta afirmación: «Quiero llegar aquí, sí, pero esto es lo que he conseguido hasta ahora». Las métricas son la base.